sábado, 13 de septiembre de 2008

Estos griegos II

Estuve buscando en la red algo sobre los mitos griegos y encontré algunas cosas interesantes.


  1. Puedes bajar desde ares los dos tomos de Robert Graves de su libro titulado Mitos Griegos. Esos libros son bien interesantes y completos. Claro que eso podría significar que hagas basura tu vista leyendo las más de 600 páginas escaneadas en pdf, pero, al menos, ahí tienes algo muy completo.
  2. Encontré en youtube algo muy simpático. ¡¡Los capítulos del narrador de cuentos!! Claro que mis cuentos favoritos de esa serie como Hans, el erizo, La verdadera novia o El soldado y la muerte no vienen al caso; pero, acá les mando los links de algunos mitos griegos que al menos pueden darnos una idea de lo que no vamos a profundizar.

Supongo que deben de haber muchos más pero sólo encontré de los mitos griegos estos que he puesto. Como siempre, investigaremos para encontrar cosas mejores. Un favor, los que vean los videos, sería bueno que agradezcan a Loboleyva por el gran servicio, ha sido recontra genial encontrar sus videos. Nunca está de más ser agradecidos.

Estos griegos I

Entre todo lo que alguna vez leí sobre estos griegos, la gran importancia de su literatura como movimiento fundacional de lo que podemos llamar literatura universal (ajjj, cómo detesto ese frase) es lo que más resalta.
Bueno, acá un fragmento, el canto inicial de la Ilíada. Obviamente, me gustaría que presten atención a palabras como pélida, átrida, aqueos entre otras: son necesarias para poder entender masomenos de qué trata la historia. También nota cuál es la actitud del enunciador, digamos Homero.


Canto Primero: La Peste y la Cólera

1 Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males
a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa
de perros y pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron
disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.
8 ¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de
Leto y de Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres perecían
por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Éste, deseando redimir a su
hija, se había presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas
de Apolo, el que hiere de lejos, que pendían de áureo cetro, en la mano; y a todos los
aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:
17 -¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos
palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria! Poned
en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, a Apolo, el que hiere
de lejos.
22 Todos los aqueos aprobaron a voces que se respetara al sacerdote y se admitiera el
espléndido rescate; mas el Atrida Agamenón, a quien no plugo el acuerdo, le despidió de
mal modo y con altaneras voces:
26 -No dé yo contigo, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque ahora demores
tu partida, ya porque vuelvas luego, pues quizás no te valgan el cetro y las ínfulas del
dios. A aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi casa, en Argos, lejos de
su patria, trabajando en el telar y aderezando mi lecho. Pero vete; no me irrites, para que
puedas irte más sano y salvo.
33 Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Fuese en silencio por la
orilla del estruendoso mar; y, mientras se alejaba, dirigía muchos ruegos al soberano
Apolo, a quien parió Leto, la de hermosa cabellera:
37 -¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila, a imperas
en Ténedos poderosamente! ¡Oh Esminteo! Si alguna vez adorné tu gracioso templo o
quemé en tu honor pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme este voto: ¡Paguen los
dánaos mis lágrimas con tus flechas!
43 Así dijo rogando. Oyóle Febo Apolo e, irritado en su corazón, descendió de las
cumbres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las saetas resonaron
sobre la espalda del enojado dios, cuando comenzó a moverse. Iba parecido a la noche.
Sentóse lejos de las naves, tiró una flecha y el arco de plata dio un terrible chasquido. Al
principio el dios disparaba contra los mulos y los ágiles perros; mas luego dirigió sus
amargas saetas a los hombres, y continuamente ardían muchas piras de cadáveres.
53 Durante nueve días volaron por el ejército las flechas del dios. En el décimo,
Aquiles convocó al pueblo al ágora: se lo puso en el corazón Hera, la diosa de los níveos
brazos, que se interesaba por los dánaos, a quienes veía morir. Acudieron éstos y, una vez
reunidos, Aquiles, el de los pies ligeros, se levantó y dijo:
59 -¡Atrida! Creo que tendremos que volver atrás, yendo otra vez errantes, si
escapamos de la muerte; pues, si no, la guerra y la peste unidas acabarán con los aqueos.
Mas, ea, consultemos a un adivino, sacerdote o intérprete de sueños -pues también el
sueño procede de Zeus-, para que nos diga por qué se irritó tanto Febo Apolo: si está
quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, y si quemando en su obsequio grasa de
corderos y de cabras escogidas, querrá libramos de la peste.